Hoy
los extrañé, a los dos. Y dolió.
Quise escribirles,
preguntarles como están. Pero… ¿para qué? Tengo que dejarlos ir, por más que
los extrañe a cada momento, que recuerde nuestro pedacito de camino juntos cada
día de mi vida. Por eso hoy me disfracé de valiente y no les hablé. Nada. Y mi
corazón se rompió por otro lugar que no conocía.
Extraño
molestar con ustedes, que me molesten y consentirlos. Extraño abrazarlos y
putearlos, extraño gritarles y que me ignoren. Extraño nuestra amistad. Esa que
tardó nada en formarse y se hizo tan fuerte en tan poco tiempo. Odio que
ustedes puedan seguir sin extrañarme, es horrible. Los necesito a cada segundo,
en todas estas situaciones que me dan vuelta la cabeza, me asustan y lastiman. Necesito
de nuestros mates en la parte de atrás del colegio, a escondidas del mundo para
que no vean como intentamos arreglar nuestros corazones.
Pero
ya no los tengo, y los lloro porque crecer nunca fue tan horrible como ahora.
Los amo, como nunca una amiga amó tanto a dos hombres, y por eso los dejo ir...
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