lunes, 24 de diciembre de 2012

Una historia que nunca va a ser...


Me abrazó, me besó delicadamente en la frente y tomó mi barbilla para que lo mirara. No era algo que quisiera hacer porque sabía el efecto que tenían en mí tus ojos. Y caí de nuevo.
— No -susurré débilmente mientras él secaba mis lágrimas con sus pulgares- por favor, no -supliqué en sollozos-
Sin hacer caso a mis suplicas inclinó su cabeza y atrapó mis labios en un beso suave, tierno. Lloré en ese beso porque tenía sabor a despedida y a "tengo ganas de ti" tenía mezclados el amor y el odio que nos tenemos haciendo de este beso tan necesario y tan adictivo como lo es para nosotros tenernos en la vida del otro.
— No me dejes -me pidió al separarnos y apoyar su frente en la mía- por favor no.
— No te entiendo. No nos  entiendo. ¿Cómo podemos seguir así? ¿Lastimándonos? No nos hagas esto de nuevo -le rogué- No creo ser capaz de soportarlo
— Ángel -mi sobrenombre elegido por él siempre me haría temblar, aunque el frío tal vez tenía que ver- Sabes como será. Sabes que te irás o me iré pero que volveremos a arrastrarnos hacia el otro. Por favor evitamos el sufrimiento.
Tenía sus manos en mi cintura, y me estrechaba contra él cuando una ráfaga de viento helado me hacía estremecer. Y estábamos ahí, esperando. Esperando que algo hiciera ceder al otro, esperando a caer. Solo que esta vez, no quería ser yo.
— Tengo que irme -dije al fin-
Por respuesta él acercó su nariz a la mía y la rozó suavemente.
— ¿Te veo mañana? -preguntó perezosamente-
— Por favor -dije mirándolo a los ojos aunque me costara la vida- sabes que no.
— Áng...
— NO -le corté- ya dije que basta, no puedo seguir matándonos de esta forma
— Pero si puedes matarnos alejándote ¿verdad? -me preguntó herido, apretando bruscamente el agarre en mi cintura -
— Ya lo hemos intentado antes y no ha funcionado. Debemos terminar con esto, ¿qué no lo ves? Nos amamos, pero nos lastimamos ¡Y NO ES JUSTO! ¡NO LO ES! ¡Se supone que amarte debería hacerme sonreír! No llorar hasta dormirme, no estar en guardia todo el tiempo porque no sé cuando viene la próxima herida...
Había comenzado mi discurso enojada, furiosa por su renuencia a dejarme ir, pero lo terminé en voz baja y sollozos...

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